4 de mayo de 2016

THE FOREST: AOKIGAHARA PROJECT

 


 Podía haber sido una buena película de terror, no una de esas que has de ver antes de morir, pero sí podía haber entrado dentro de la categoría de "recomendadas". Unas lástima que no llegara ni a eso. Si una película de este género no consigue que saltes del asiento aunque sea una vez (y es difícil que eso no suceda), automáticamente se convierte en un tedio, ya que no te da lo que has venido a buscar. Y no es porque en The Forest (2016) no lo intenten, pero echan mano de recursos vistos mil veces y, encima, abusan de ellos, por lo que llegan a aburrir. Mientras la veía, tenía la sensación de que algo no casaba, creo que si la acción hubiera transcurrido en un bosque europeo la hubiera disfrutado más, quizá por proximidad cultural (aunque en realidad sí que transcurre en Europa, en concreto en el Parque Nacional de Tara, en Serbia, porque no obtuvieron los permisos necesarios para rodar en Aokigahara).

    Antes de empezar con el argumento, no quiero dejar pasar la oportunidad de comentar algo sobre su título, The Forest, que creo que fue una buena elección, es conciso y te revela lo justo: vamos a pasar miedo en un bosque. La traducción al español es sencillísima, "El bosque"...y ya está. Quizá demasiado sencilla para "El troll de los títulos" (así es como pienso llamar a partir de ahora a ese ser de las tinieblas que decide cómo se va llamar una película en nuestro país), que prefirió obviar la traducción del inglés y regalarnos un ligerísimo spoiler al llamarla "El bosque de los suicidios". Reitero, es un spoiler ínfimo, ya que en cualquier sinopsis lo primero que se nos cuenta es que una mujer se ha internado en el bosque de los suicidios en Japón buscando a su hermana. Pero claro, es que el tema de los suicidios hay que mencionarlo en el argumento, no en el título. Se me ocurre que quizá la llamó así para evitar que se confundiera con la película de Shyamalan, del mismo nombre...del mismo nombre en España, porque el título original es The Village, o sea, La aldea o El pueblo. Traducción, esa gran desconocida. 
    En fin, comencemos con el argumento de esta gran obra. Nuestra protagonista es Sarah Price (Natalie Dormer), hermana gemela idéntica de Jess (no es cosa mía, nos lo repiten varias veces para que nos quede claro que la misma actriz interpreta dos papeles). Ésta trabaja dando clases de inglés en Japón, pero desaparece y Sarah recibe la noticia al otro lado del mundo. Las cosas pueden ir a peor, ya que hay testigos que la vieron internarse en el bosque de Aokigahara, un lugar donde, según la policía, van aquellos que no quieren ser encontrados: los suicidas. Vamos, que la dan por muerta y no se van a molestar en seguir buscándola (no lo dicen así, pero nos hacemos esa idea). Sarah tiene la seguridad de que su hermana sigue viva, porque tiene una especie de superconexión mística que sólo poseen las hermanas gemelas idénticas. Juro que ésta es la explicación que da, no me invento nada. Así que la misión de Sarah es encontrar a Jess, superando cualquier dificultad que se cruce en su camino, bien sea en forma de yûrei o sushi. Pero el bosque de Aokigahara no va a permitir que se le escape una presa, a no ser que encuentre otra más apetitosa.
    He optado por no revelar mucho del argumento de la película, por si hay por ahí algún valiente que la quiera ver. Eso sí, como no soy muy dada a resistir según qué tentaciones, he decidido comentarla más en profundidad, sin evitar mencionar todo aquello que para bien o para mal (sobre todo para mal) considero destacable. Por eso, he divido este artículo en tres partes, siendo ésta que estás leyendo la primera. En la segunda expongo la realidad que se oculta tras "El bosque de los suicidios" y, en la tercera, me dedico a machacar hablar más extensamente de la película.




AOKIGAHARA, EL AUTÉNTICO BOSQUE DE LOS SUICIDIOS


    El bosque de Aokigahara o Jukai (Mar de Árboles), como se le llamó en un principio, nació de la lava expulsada por el monte Fuji durante una erupción en el año 864. Tiene unas 3500 hectáreas (35 km2 ) y está situado entre las prefecturas de Yamanashi y Shizouka, al noroeste del Fuji Se le llama Jukai o Mar de Árboles porque es justo lo que es, un mar de árboles que permanecen verdes todo el año. Pero no es lo único hermoso que esconde este bosque, ya que alberga varias cavernas de hielo y lava, así que no es de extrañar que reciba tantas visitas de amantes de la naturaleza, deportistas, turistas curiosos...personas cuyo primer contacto con el bosque son una serie de señales, pero no las típicas que podemos encontrar en cualquier lugar turístico, prohibiendo determinados comportamientos. Estas señales lo que piden a los visitantes es que piensen en la vida: "piensa en tus hijos, tu familia", "tu vida es un valioso regalo de tus padres", "no sufras solo, antes contacta con alguien", "por favor, reconsidéralo", "por favor, consulte con la policía antes de decidir morir" (que quede constancia que no estoy diciendo que sean el único tipo de carteles que hay allí, al fin y al cabo la gente también va para disfrutar). Y es que Aokigahara es famoso en el país (y en medio mundo) por ser uno de los lugares favoritos de los japoneses para suicidarse, más o menos desde la década de 1950.


   
Uno de los manuales de Tsurumi, ya usado
"El lugar perfecto para morir"
. Así lo describe Wataru Tsurumi, autor de ese extraño bestseller llamado, muy adecuadamente, "El completo manual del suicidio" ("Kanzen Jisatsu Manyuar"). Este "manual" se publicó en 1993 y desde momento ha conseguido vender millones de ejemplares, a pesar de ser poco más que una descripción de distintos métodos para quitarse la vida (ahorcamiento, sobredosis, intoxicación por monóxido de carbone, etc) y su valoración por medio de calaveras, teniendo en cuenta factores como el dolor que provocan, las dificultades que conlleva su preparación, la apariencia del cadáver, la perturbación que pudiera causar en los demás y lo letal del método (lo máximo son cinco calaveras). Muchos de los cuerpos encontrados en Aokigahara tenían cerca este libro y, sin embargo, Tsurumi, no se arrepiente de haberlo escrito, pues considera que el decidir cuándo morir forma parte de la libertad de cada uno ¿por qué vivir si no se desea? Creo que en el fondo tiene razón, aunque el suicidio en un país como Japón, con tan altas tasas de muertes por esta causa, provoca muchos trastornos inesperados, no se puede decir que la persona se desvanece en el aire y ya está, deja detrás mucho que limpiar, literal y metafóricamente hablando y son curiosos los problemas económicos que se producen. Pero ese es otro tema y sería alargarse demasiado.

Una de las páginas del manual


    Tsurumi no fue el único en relacionar suicidio con Aokigahara. Seicho Matsumoto, uno de los escritores japoneses más famosos, publicó en 1960 una novela en la que la atormentada protagonista escoge este enclave, misterioso y oscuro, para quitarse la vida. Con respecto a la novela de Matsumoto he de confesar algo: no estoy segura de su título. Me explicaré. Son muchos los artículos que he tenido que leer para redactar esta modesta entrada del blog y en casi todos se mencionaba el famoso libro de este autor, el problema es que se daban dos títulos distintos, a pesar de que los datos mencionados eran los mismos: fecha de publicación, argumento y el hecho de que existiera una adaptación para la televisión. Entonces ¿por qué dos títulos completamente diferentes? Ni idea. En algunos artículos el nombre era "Kuroi Jukai" ("El negro mar de árboles") y en otros era "Nami no Tou" ("La torre de las olas"). Pensé que quizá se debiera a una mala traducción, una confusión o que simplemente hubiera dos novelas del mismo autor en que sus protagonistas murieran en Aokigahara. Por desgracia, aún no he conseguido resolver mis dudas, al menos no del todo, ya que encontré un trabajo de Roxane Russell, una investigadora que ha estudiado el fenómeno del suicidio en Japón, centrándose en cómo era representado en la literatura de posguerra. Aquí entra en escena mi querido Matsumoto (es que ya es casi de la familia) y su "Nami no Tou", novela de la que Russell hace un pequeño análisis. En el libro se nos cuenta la desgraciada historia de Yuuki Yoriko, una mujer atrapada en un matrimonio solitario e infeliz, que se enamora perdidamente de un joven fiscal, Onogi Takao. En una mala jugada del destino, el esposo de Yoriko se ve envuelto en un escándalo político (el hombre no era trigo limpio) y Takao entra a formar parte del equipo encargado de llevar la acusación en el juicio que tendrá lugar, lo que provoca que su relación con Yoriko termine viéndose expuesta. La presión y el desprecio público que reciben es tan grande que, tras dimitir de su puesto, al pobre Takao lo único que se le ocurre para superar lo sucedido es que ambos mueran. Ella acepta, pero no puede aceptar que su amante se suicide y se interna en el bosque, dispuesta a enfrentarse en soledad a su final. 
    Según Russell, la forma de retratar el suicidio de la protagonista por parte del autor no es, como cabría esperar, dramática, sino que en realidad se idealiza este acto, es casi un alivio. De hecho, no se muestra la muerte en sí, sino que se emplea una metáfora: Yoriko simplemente corre. No falta quien asegura que esta historia tuvo mucho que ver con que los suicidas empezaran a ir en masa a Aokigahara, pero no sé hasta que punto es así. En fin, por lo menos me ha quedado claro que en "Nami no Tou" sí se produce un suicidio en el bosque, pero ¿y en la otra novela? No he podido resolver todavía esta cuestión, habrá que seguir buscando (acepto ayuda).


Uno de los caminos cerrados
 Con los pies bien fijados a la tierra, el que se escoja el bosque de Aokigahara para poner fin a la insoportable existencia, no es más que un problema para los habitantes de la zona, ya que los que abandonan este mundo dejan sus cuerpos atrás, cuerpos que pueden tardar años en ser encontrados debido a la extensión del bosque. Se cree que cientos de personas se internan en él para suicidarse, aunque al final sólo unas pocas lo consiguen (y cuando digo "unas pocas" no me refiero a dos o tres, sino a decenas). A partir de 1970 empezaron a realizarse batidas anuales en busca de cadáveres y, al principio, su número era más o menos estable: unos 20, encontrados por excursionistas o agentes, durante el año, y uno o dos durante las batidas anuales. Sin embargo, a partir de la década de 1990, la cosa cambió, llegándose a encontrar 57 cuerpos en 1994 (The Independent, artículo del año 2000). Hay que tener muy presente que fue en esta época cuando Japón entró en una profunda crisis, de la que aún no ha salido, y que muchos japoneses fueron (y siguen siendo) incapaces de afrontar los problemas económicos, el desempleo, la presión social...y prefieren suicidarse (y no son los únicos, países como Finlandia o Hungría también están en los primeros puestos en los listados de la OMS, así que Japón tiene más fama que otra cosa). Debido a esto, en algunas de las señales que se encuentran a la entrada de Aokigahara se aconseja que se contacte, no sólo con asociaciones de prevención de suicidios, sino también con grupos de asesoramiento económico dirigidos por abogados especializados en la materia. Showzen Yamashita, un sacerdote budista que suele acudir a rezar por las almas perdidas en este Mar de Árboles, considera que la falta de redes de apoyo en Japón es una de las causas de las altas tasas de suicidio en el país. Esperamos que actualmente esta carencia esté en proceso de ser suplida, porque a veces un poco de compresión hace milagros.


 

   
"Unas pocas palabras amables pueden recorrer un largo camino". Una certera frase dicha por Hideo Watabe, el propietario de una cafetería situada en una de las entradas del bosque. Este hombre de 64 años afirma que puede haber salvado la vida a unas 160 personas en 30 años y que ya tiene la suficiente experiencia como para distinguir quién viene a disfrutar de un bonito día en la naturaleza y quién tiene unos propósitos algo más oscuros, y sólo le basta con hacer un par de preguntas y fiarse de su instinto. Cuenta cómo en cierta ocasión una joven apareció delante del local, aún con parte de la cuerda con la que pretendía ahorcarse alrededor del cuello (por alguna razón la mayoría de los que van allí a suicidarse prefieren este método a otros menos dolorosos): "Sus ojos casi se le salían de las órbitas. La llevé adentro, le hice un poco de té, y llamé a una ambulancia. Unas pocas palabras amables pueden recorrer un largo camino".
   


 Hideo Watabe es una de esas personas que se ven involucradas, sin pretenderlo, en las historias personales de los que deciden morir en Aokigahara. Las autoridades locales han tenido que tomar una serie de medidas que incluyen a los comerciantes y residentes de la zona. No sólo se han colocado cámaras de seguridad en las principales entradas, también hay agentes patrullando en busca de posibles suicidas, pero, ante el reducido número de personal, se ha intentado crear una red de comunicación con los vecinos para que, de manera voluntaria, se fijen en los visitantes y alerten de cualquier comportamiento extraño. Y es que los vecinos de la zona son unos auténticos sufridores. La estadísticas de suicidios en la prefectura de Yamanashi se ve incrementada debido a que muchos cadáveres encontrados en el bosque no pueden ser identificados, por lo que automáticamente pasan a ser considerados residentes de la prefectura. Evidentemente no lo son, es más, según Hazusa Hayano, un geólogo que lleva décadas trabajando en el lugar, los vecinos de la zona no escogerían Aokigahara para suicidarse, porque desde pequeños se les prohíbe acercarse a ese sitio. Lo que ocurre en el bosque no sólo incide en las estadísticas, también supone una fuerte presión económica para los tres pueblos que limitan con él, porque la ley les obliga a disponer de los cuerpos sin identificar, es decir, deben asumir los costes y los problemas derivados de su custodia, conservación y posterior enterramiento o cremación. Hay que tener en cuenta que hay cuerpos que nos son descubiertos hasta muchos años después de la muerte y que, debido a que los animales suelen llegar primero, muchas veces sólo encuentran huesos desperdigados, lo que dificulta no sólo el hacer las conexiones con la multitud de objetos tirados por el bosque (hay muchísimas cosas: tiendas de campaña, ropa, sacos de dormir, botellas, zapatos...) para conseguir una identificación inicial, sino también determinar las cifras exactas de suicidios.
   
Caverna de hielo, Fugaku   http://www.yamanashi-kankou.jp/foreign/english/spot/p1_4903.html

De la película The Forest, nos podemos llevar la falsa impresión de que cualquiera que visite Aokigahara lo hace con la idea de no volver a salir, pero esto no es cierto. Hay unos caminos "oficiales" y se insta a los visitantes que no salgan de los mismos, pero es sólo una sugerencia, porque no está prohibido explorar por ahí (hay cintas que cruzan estos camino no oficiales, con carteles que dicen "no entre"). Sin embargo, el que decide alejarse de la senda marcada sabe que se arriesga a perderse, el lugar es inmenso y se dice que las minas de hierro que alberga vuelve locas a las brújulas (problema que parecen no tener las Fuerzas de Autodefensa, que suelen entrenar aquí, aunque es cierto que sus brújulas son de tipo militar -Lensatic Compass- y quizá por eso no se vean afectadas de la forma en que lo hacen las más comerciales). Así, los que quieren salir vivos del bosque suelen usar cintas plásticas que atan o enrollan alrededor de los árboles, convirtiendo el lugar en una suerte de tela de araña que nadie retira, pero no por dejadez, sino porque los agentes forestales se ven superados, por mucha cinta que eliminan aparece más que la sustituye. Según un artículo de Japan Times, los policías y bomberos voluntarios que realizan las batidas en busca de cuerpos también utilizan estas cintas, siguiendo un código de color, tanto para marcar el camino de regreso, como aquellos lugares en que han encontrado objetos o restos humanos. El ya mencionado Hazusa Hayano dice que "en la mayoría de los casos, si sigues la cinta, encontrarás algo al final" "o encuentras un cadáver o restos de que alguien estuvo allí".


imagen de Japan Times
 Hazusa Hayano, como ya se dijo, es un geólogo que lleva viviendo en la zona más de 30 años. Su trabajo consiste en proteger y estudiar el ecosistema del monte Fuji, así que conoce bien el bosque. Calcula que ha encontrado más de 100 cuerpos en 20 años, por eso se decidió a mostrar su rutina al equipo de Vice.com. Con lo grabado en Aokigahara se realizó un pequeño documental de 21 minutos, muy recomendable (terminas agradeciendo que dure tan poco, porque es muy crudo). Al llegar a una de las entradas del bosque lo primero que ven es un coche en el aparcamiento que, al parecer, lleva allí meses. Es difícil describir cómo un simple coche aparcado, lleno de polvo, puede impactar tanto, porque si está ahí es que su dueño no ha vuelto a buscarlo. En esos 21 minutos no hay ningún momento de alivio, la verdad es que te deja mal cuerpo ver tantos objetos tirados por ahí,incluso tiendas de campaña y sacos de dormir: "Si alguien entra en el bosque con una tienda es que duda". Esa parece ser la máxima de Hayano. Me pregunto cuántas tiendas habrán dejado atrás y si las han dejado porque han salido de allí sin querer llevarse nada de lo que trajeron (en cierta forma sería como dejar el pasado atrás) o porque en el otro mundo ya no les hacen falta.
   Como no podía ser de otro modo, el Mar de Árboles se ha ganado a pulso la fama de encantado. Según Zack Davisson, los espiritistas dicen que incluso los árboles están llenos de energía malévola, acumulada durante siglos gracias a los muertos que nutren la tierra en que hunden sus raíces. Y es que Aokigahra no sólo acoge a los suicidas, en el S.XIX también recibía a los desahuciados, a los enfermos, ancianos, niños...a los que suponían un lastre para sus familias en época de hambrunas o epidemias. Esta práctica, consistente en abandonar a los más vulnerables, recibió en nombre de Ubasute (y tampoco Japón tiene la exclusiva, ha sido llevada a cabo durante siglos por muchísimas culturas).

    
 El artículo de Zack Davisson es muy interesante, porque nos muestra parte del folclore del país, tradiciones relacionadas con la muerte que aún se siguen practicando (yo también lo haría, por si acaso). En concreto cuenta que en los puestos situados en el bosque existe un cuarto reservado para colocar los cuerpos encontrados, pero no se les deja nunca solos, porque si no se dedicarían a vagar por el lugar y gritar durante toda la noche. Cuidado con los yûrei, que no están dispuestos a dejarnos descansar. De hecho, si hacemos caso a las palabras de Kyomyo Fukui, un monje budista, el que va a Aokigahara es un iluso si piensa que lo hace de motu proprio, ya que, en realidad, está siendo atraído por los espíritus de los que han muerto allí: "Atraen a la gente infeliz".
    Sé que el artículo resulta algo deprimente, pero siempre hay un motivo para alegrarse, porque han sido muchos los que han sido rescatados de sus propios deseos de morir y lo agradecen a través de cartas con mensajes a veces simples, pero que expresan mucho: "Gracias por salvarme. Ahora estoy esforzándome por vivir".
    Yo me quedo con esto.



THE FOREST: NO ERES TÚ, SOY YO...ES QUE NO ME GUSTAS

    Y por fin llegamos a la parte en que dejo aflorar toda mi maldad, pero este despropósito visual lo merece. Esto es lo que destaco de The Forest, que conste que he hecho un gran esfuerzo por encontrar algo bueno, espero que no se me olvide incluirlo. Empecemos:
  • Como ya se dijo, a Sarah le comunican que su hermana, Jess, ha desaparecido, pero encima le dicen que hay testigos que aseguran haberla visto internarse en el bosque Aokigahara, o sea, que lo más seguro es que a esas alturas esté muerta, porque es el lugar al que la gente va a suicidarse. Sarah está segura de que su hermana está viva, porque tiene una especie de conexión místico-gemelar con ella o algo así. La verdad es que parece ser la única que apuesta esa posibilidad y es bastante triste que la pobre Jess no le importe a nadie más que a ella. Desde el principio ya nos dejan claro que Jess es un incordio, la hermana conflictiva a la que Sarah ha de sacar de todos los líos, y lo hacen de una forma un poco burda: con primeros planos de ansiolíticos, diciendo que ha intentado suicidarse varias veces, que es "melancólica"...todo clarito para que no te molestes en cuestionarte nada. También me parece algo patética la forma que tienen de demostrarnos lo diferente que son ambas hermanas, por lo menos en su personalidad. Sarah es anodina, rubia y medio tonta, porque sus padres murieron de forma poco clara y después de 20 años aún sigue creyendo que fue por un accidente de tráfico, a pesar de que sus cuerpos estaban en el sótano de la casa. Pero es la responsable y eso le da puntos, Jess, claro está, en la cabecita loca, en sentido metafórico y literal, por lo que se ve, así que, evidentemente, no puede ser rubia. No señor, a ella la rodea un áura de oscuridad: cabello negro, maquillaje oscuro, uñas negras, piercings...lo típico de cualquier alma atormentada (nota mental: maquillarme de naranja para ser feliz). Por mi parte, no dejo de ver a Sarah teñida de negro, no veo a dos personas distintas, lo siento. Me hubiera parecido mucho más interesante que Sarah tuviera doble personalidad, pero eso es tener demasiado altas las expectativas, mucha complicación para una película palomitera (o sea, que sólo te sirve de justificación para comer palomitas).
    Jess, la suicida en potencia
  • Cuando Sarah llega a Japón se producen varias situaciones que rayan en lo absurdo. En primer lugar, por alguna razón que se nos escapa, NO va a la embajada ni a la policía para informarse de la marcha de la investigación, sino que prefiere ir a la escuela donde Jess trabajaba. Seguro que allí le informan muchísimo mejor de todo, claro que sí. Pero esto no es todo, parece que Sarah tiene algún tipo de problema con la autoridad, porque cuando llega a la escuela no va en primer lugar al despacho de la directora, que hubiera sido lo lógico. Lo que hace es entrar en el aula directamente ¡sin tocar a la puerta ni nada!...interrumpe la clase y casi mata a las alumnas del susto, porque las pobrecillas creían que era su profesora muerta (¿hay alguien en esta película, aparte de Sarah, que piense que Jess no es una suicida en potencia?). Sarah será muy responsable, pero tiene un cero en educación. Es aquí, ya en el despacho de la directora, donde la tranquilizan contándole la historia que arrastra el bosque: suicidios, abandono de ancianos para que mueran, fantasmas, sangre y destrucción...no sé si es una venganza por su forma de comportarse en el centro. De todas formas, es lo mejor de la película: todo lo relacionado con Aokigahara.
    Esta escena me encantó, lo reconozco
  • Otro de los momentos ridículos se produce cuando Sarah va a cenar a un restaurante y se da el "momento sushi". Esta "broma" podía ser ligeramente graciosa hace años (muchos años), pero a estas alturas lo que produce es pena ¿de verdad que lo único que se les ocurre es que Sarah pida comida muerta previamente? ¿en serio?. No es por nada, pero creo que media humanidad sabe que los japoneses, por fin, han sido capaces de relacionar fuego y alimentos. Congratulémonos hermanos, los japoneses han logrado aprender a cocinar. 
  • Momento "no salgas del camino": Esto es lo que le repiten miles de veces a Sarah. Es agotador, lo vemos hasta escrito. Vale, quizá no sea tantas veces, pero lo parece. Entre esto y las advertencias sobre los yûrei, estamos deseando que se meta de una vez en el bosque y le pase de todo, pero para que paren de dar consejitos. De hecho, el diálogo de los personajes japoneses se basa en tres premisas fundamentales: suicidio, yûrei y "no salgas del camino".
    Pero ¿no te habían dicho que no salieras del camino
  • Por fin aparece un personaje interesante, Michi, el guía. Sarah conoce a un periodista australiano, Aidan, que, por una de esas casualidades necesarias para que tengamos película, ha contratado a Michi para que le desvele los secretos de Aokigahara (aunque parece que Aidan los conoce casi mejor que él, por lo que se ve es visitante habitual). Michi parece ser el alter ego de Hayano (el geólogo del que ya hemos hablado), porque hay escenas igualitas a las del documental de Vice.com, hasta dice eso de que quien trae una tienda de campaña es que duda. Quizá por esto mismo me parece el personaje más auténtico. En cualquier caso el protagonista absoluto es el bosque, como ente viviente que se aprovecha de la tristeza de los incautos que llegan a él, cual moscas. 
  • Momento "campamento": Sarah encuentra la tienda de campaña de Jess (no sé cómo sabe que es la de su hermana, porque debe haber miles de casetas como esa y ni tiene su nombre ni nada) y, como es normal, decide no moverse de allí hasta que aparezca su hermana. Michi, que ve que se les hace de noche y no es prudente quedarse en el bosque, le dice que le deje una nota. ¿Una nota? Michi, hijo ¿lo dices en serio? La chica lleva un montón de tiempo buscando a su hermana, intentando ignorar a quienes le dicen que seguramente se ha suicidado (lo que equivale a ignorar a todos con los que ha hablado) y, cuando por fin encuentra una prueba de que puede seguir viva, le dices que deje ¡una nota!: "Jess, soy Sarah. No te mates, que mañana a primera hora te traigo unos donuts. P.D: ignora a los fantasmas. Besitos". Sarah usa la lógica (ya era hora) y se queda. Aidan decide quedarse con ella y, a partir de aquí, ocurre lo de siempre en una película de este tipo: visiones raras, desconfianza, carreras, caídas...nada destacable.
    La única caseta amarilla de todo Japón, la de Jess
  • Bueno, Sarah tiene otro momento en que la lógica se abre paso por su perturbado cerebrito. Después de meterse en un bosque desconocido, lleno de cadáveres de presuntos suicidas (y posiblemente algún que otro muerto por mano ajena), se da cuenta de que Aidan en realidad es un perfecto extraño y no debería haber confiado tanto en él. La chica es lenta pero termina por llegar.
  • He mentido, sí que hay algo destacable: los tres fantasmas. A Sarah se le aparecen tres fantasmas...así, demostrando que al bosque le sobran los espectros. Ahora bien, no creas que son los típicos yûrei, esas mujeres vestidas de blanco de largas cabelleras negras que parecen tener vida propia...mejor dicho, que tienen vida propia. No, eso es de aficionados. A Sarah se le aparecen tres ancianas. Sí, tres ancianas, pero no dan miedo, no tienen pinta demoníaca, las pobres parecen perdidas...y puede que un poco idas. Supongo que la idea era que representaran los espíritus de los abandonados allí en el S.XIX. Buen intento, para la próxima vez quizá salga algo mejor.
    Me dan más miedo las señoras que se me quieren colar en el super
     Podría decir mucho más, pero ¿para qué ser más cruel? No voy a aconsejar que no vean The Forest, cada uno es libre de ver lo que quiera y quizá hay quien la disfrute de verdad. No es mi caso, pero es una simple opinión, nada objetiva, porque no me suelen gustar las películas que intentan aprovechar el boom (que hace años que dejó de serlo) del cine asiático, pero de una forma poco elegante (me pasa igual a la inversa). Personalmente, prefiero las películas que explotan su propias leyendas, mitos, miedos...lo que mejor conoces es lo que mejor vas a contar. The Forest parece un remake, pero sin película previa, que es lo más triste. No quiero terminar sin dar un consejo a Jason Zada: nunca subestimes el terror que puede causar la aparición repentina de un gato. Un viejo truco que siempre funciona: das un gritito, te llevas la mano al corazón y después te ríes de forma culpable ("maldito gato, qué susto me ha dado"). La próxima vez llena la película de gatos, Jason.



FUENTES:


    


    










1 comentario:

  1. A mi me ha gustado mucho esta reseña/critica, es completa y muy larga. Me he leido incluso la tercera parte en plan spoiler, creo que todos deberiamos tener en casa el libro del suicidio.

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